viernes, 12 de diciembre de 2008

Y los nuevos sabores y el suave aroma a vainilla que emanaba, se mezclaban con el recuerdo de sus besos adolecentes. Y en contraposición a lo fantástico del deseo en aquel tiempo, sus manos ahora navegaban sin pudores la desnudes de su espalda.

Mientras él dejaba caer la copa de un maravillosamente equilibrado carmenère, ella intentaba hacer a un lado su constante pugna interior y olvidando sus rencillas existenciales se dejó amar.


Una lacónica noche agonizaba bajo los primeros asomos de claridad, el hálito del amanecer la despertó y complacida cerró los ojos al saber que la mano de él aun sostenía la suya.